La infraestructura sigue siendo uno de los pilares clave para un crecimiento económico sostenible. En América del Sur, invertir en transporte y energía es vital para aumentar la competitividad, reducir desigualdades y promover la integración regional. Con una base física moderna e interconectada, el continente puede avanzar hacia un modelo de desarrollo más inclusivo, eficiente y resiliente.
Conectividad regional y modernización del transporte
La falta de integración física entre países impone altos costos logísticos y dificulta el comercio intrarregional. Mejorar las redes ferroviarias, viales y los corredores bioceánicos puede facilitar el transporte de productos agroindustriales, manufacturados y tecnológicos. Corredores logísticos integrados permiten economías de escala, reducen tiempos de entrega y hacen que las exportaciones sean más competitivas a nivel global.
Más allá de las rutas internacionales, es clave invertir en transporte urbano. Sistemas de movilidad pública modernos, conectados y sostenibles mejoran la productividad, reducen la contaminación y elevan la calidad de vida en las grandes ciudades. El uso de vehículos eléctricos, plataformas de gestión inteligente y ciclovías puede transformar la dinámica urbana de las metrópolis sudamericanas.
La transición energética es uno de los grandes desafíos y oportunidades para Sudamérica. La región posee un enorme potencial en fuentes renovables: solar, eólica, hídrica y biomasa. Invertir en estas matrices asegura una oferta energética estable, sustentable y apta para abastecer hogares y polos industriales con alta eficiencia y bajo impacto ambiental.
Inclusión energética y desarrollo social
Aunque América Latina alcanzó una tasa de electrificación del 97%, millones aún viven en condiciones de pobreza energética. Es decir, tienen acceso a la electricidad, pero no pueden utilizarla adecuadamente para satisfacer necesidades básicas. Esta situación afecta la calidad de vida, sobre todo en zonas rurales y comunidades marginadas que siguen al margen del desarrollo energético regional.
Avances en generación distribuida
La generación distribuida se consolida como una solución eficaz para ampliar el acceso a la energía. En Brasil, por ejemplo, la capacidad instalada superó los 38 GW en 2025, con más de 5 millones de usuarios aprovechando créditos de generación propia. Estos datos reflejan el crecimiento constante y la importancia de incorporar energía descentralizada en la matriz eléctrica de los países sudamericanos.
Inversiones en energías renovables
América Latina lidera en el uso de energías limpias, con el 69% de su matriz eléctrica proveniente de fuentes renovables como hidroeléctrica, eólica y solar. En Argentina, el gobierno estableció metas ambiciosas: alcanzar el 30% de energía renovable para 2025 y el 35% para 2030. Estas inversiones son clave para garantizar el acceso universal a la energía y potenciar un crecimiento económico sostenible en el mediano y largo plazo.
Desafíos y oportunidades
A pesar de los avances, persisten desafíos importantes. Uno de ellos es la necesidad de modernizar la infraestructura eléctrica para soportar la intermitencia de las fuentes renovables. También es crucial impulsar políticas que fomenten el acceso a electrodomésticos eficientes, especialmente para los sectores de menores ingresos. Enfrentar estos retos es vital para consolidar la inclusión energética en la región.
Desafíos estructurales y la integración institucional
Aunque el potencial es alto, diversos factores dificultan la ejecución de grandes proyectos. Entre ellos se encuentran la burocracia, la inestabilidad política, la escasez de financiamiento a largo plazo y la falta de coordinación entre gobiernos. Sin planificación integrada, muchos proyectos se estancan, y los beneficios de la infraestructura no se concretan de manera regional, estratégica y sustentable.
Bloques como el Mercosur y la Comunidad Andina pueden ser claves para armonizar marcos regulatorios y crear fondos comunes destinados a la inversión en infraestructura. Además, los bancos de desarrollo regional deben apoyar obras con impacto social y económico demostrado, promoviendo mejor uso de recursos y cooperación técnica entre países.
Las soluciones digitales están cambiando la forma en que se gestionan rutas, redes eléctricas y sistemas logísticos. El uso de sensores, big data y machine learning permite anticipar fallas, reducir pérdidas y optimizar el mantenimiento. Así, incluso con presupuestos ajustados, se pueden lograr mejores resultados y potenciar el desarrollo económico de forma sostenible.
Conclusión
Invertir en transporte y energía es apostar al futuro de Sudamérica. Una infraestructura moderna y bien planificada genera oportunidades, reduce desigualdades y fortalece a la región como bloque económico. El progreso dependerá de superar barreras históricas, impulsar la innovación y coordinar esfuerzos entre los países. Solo así será posible construir un continente más conectado, próspero y justo.